domingo, 17 de junio de 2018

compendiu d´iching

 Para que no se pierda la información.
 Para que todas aquellas personas que busquen información la puedan encontrar.
 Para que esto siga en la nube.

 Por eso hago esta contribución. Qué esto permanezca en la nube.

https://drive.google.com/open?id=1k0PHmAtdvgMTSCGo8RpnrzP3e0Ai8QuF

Compendio de I Ching. Hexagramas del I Ching. Compendiu d'Iching. I Ching. Hexagramas.

viernes, 25 de mayo de 2012

Poema de Xul Solar


 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWMQ8RhVIZeajh7fr_VDDaCZhhUSyMBDb-YlBFRAZ7b6KgkHDUO7UGwLIKdaXwwwOG2qs6jDLvmmYjxEzvzLdThrLKUbYBaVjj1ZSAvxGPfbuHCVv6C_nTkIrddGXzpK-MZuf9x-3xfBY/s400/solar099.jpg
Introducción:
 
El Poema aquí mostrado responde a la primera de las tres visiones obtenidas por Xul Solar que transcribió en el lenguaje neo-criollo (lenguaje inventado por él) luego traducido al español.
 Es de observar la correlación entre esta primera visión y el hexagrama tres del Yi Ching, llamado Chun/La dificultad inicial. Este hexagrama se compone de otros dos: 
 Arriba K’an, Lo abismal, el agua.
 Abajo Chen, Lo suscitativo, el trueno.
 En este hexagrama actúan dos fuerzas que empujan una hacia arriba y la otra hacia abajo, creando un caos que luego explotará en tormenta y lluvia, estabilizandose las fuerzas.
 Podemos ver la influencia de este hexagrama que traspasa todo la visión:

 La “tempestad interior” responde a la unión de cielo y tierra, pero al ser éste el primer encuentro se ve afectado por las dificultades tal como vemos en el Dictamen de Chun:

La dificultad Inicial obra elevado éxito,
Propicio en virtud de la perseverancia.
 No debe emprenderse nada.
Es propicio designar ayudantes.

 Estos ayudantes son los fieles nombrados por Xul, que el ser necesita para su estabilización y la superación de la dificultad.
 El informe y oscuro Hades está afectado de dificultades: la desorganización psíquica de las masas.

 Sería necesario hacer un estudio para observar las múltiples relaciones ocurridas a lo largo del texto.

 Sobre los hexagramas, transcribí un fragmento del prólogo de Carl Yung al Yi Ching (O I Ching, o Libro de Reyes) traducido por Richard Wilhelm que puede ayudar a su entendimiento.



 [...] A fin de entender qué significa semejante libro es imperioso dejar de lado ciertos prejuicios. Es curioso que una civilización tan inteligente como la china no haya desarrollado nunca lo que nosotros llamamos ciencia. Pero sucede que nuestra ciencia se basa sobre el principio de causalidad, y se considera que la causalidad es una verdad axiomática. Pero, sin embargo, la física moderna está logrando que nuestros axiomas se muevan hasta sus cimientos: sabemos ahora que lo que llamamos leyes naturales son verdades meramente estadísticas que deben, por tanto, necesariamente, dejar margen a las excepciones. Todavía no hemos tomado en cuenta el hecho de que necesitamos del laboratorio, con sus incisivas restricciones, a fin de demostrar la invariable validez de las leyes naturales. SI dejamos las cosas a merced de la naturaleza, vemos un cuadro muy diferente: cada proceso se ve interferido en forma parcial o total por el azar, hasta el punto que, en circunstancias naturales, una secuencia de hechos que se ajuste de manera absoluta a leyes específicas constituye casi una excepción.
 La mente china, tal como yo la veo obrar en el Yi Ching, parece preocuparse exclusivamente por el aspecto casual de los acontecimientos. Lo que nosotros llamamos coincidencia parece constituir el interés principal de esta mente peculiar, y aquello que reverenciamos como causalidad casi no se toma en cuenta. Hemos de admitir que hay bastante que decir sobre la inmensa importancia del azar. Un incalculable caudal de esfuerzos humanos está orientado a combatir y restringir los perjuicios o peligros que entraña el azar. Las consideraciones teóricas sobre causa y efecto a menudo resultan desvaídas e imprecisas en comparación con los resultados prácticos del azar. Está muy bien decir que un cristal de cuarzo es un prisma hexagonal. La afirmación es correcta en la medida en que se tenga en cuenta un cristal ideal. Sin embargo, en la naturaleza no se encuentran dos cristales exactamente iguales, pese a que todos son inequívocamente hexagonales. La forma real, empero, parece interesar más al sabio chino que la forma ideal.
[...] La manera en que el Yi Ching tiende a contemplar la realidad parece desaprobar nuestros procedimientos causalistas. [...] Quien quiera haya inventado el Yi Ching, estaba convencido de que el hexagrama obtenido en un momento determinado coincidía con éste en su índole cualitativa, no menos que en la temporal. Para él el hexagrama era el exponente del momento en que se lo extraía –más aún de lo que podrían serlo las horas señaladas por el reloj o las divisiones del calendario- por cuanto se entendía que el hexagrama era un indicador de la situación esencial que prevalecía en el momento en que se originaba.

Poema

Es un Hades fluido, casi vapor, sin cielo, sin suelo, rufo, color en ojos cérrados so el s agítado en endotempestá, vórtices, ondas y hervor. En sus grumos i espumas dismultitú omes flotan pasivue, disdestellan, hai también solos, mayores, péjoides, i perluzen suavue
Se transpenvén fantasmue las casas i gente i suelo de una ciudá sólida terri, sin ning rapor con este Hades, qes aora lo real.
Toda esta región rufa densa se montona redor gran hueco ho valle sin fondo, de aire a; gris, do floto en vientos oscuros, con polvareda gente, i otros omes solos ávoides i glóboid Aqise flota más upa. I siga fantasmue la ciudá sólida yu i su pópulo.
Paso luego a mejor vida, gris plata. Yi qierflotan flojue muchos crupos, procesionar pensan reúnidos. Yi bogan nubes con qioscos grises --de nácar, metal, fieltro-- con pén res circunsiéntados.
Lentue me hallo en cielo leve ciéleste. Su ánimo es de tarde verani, niebli.
Plantas de a un zigzag se biomuevan i canturrian. Xu color qiervaría de granate a rós~ Están sobrs loma floti del mismo aire mas denso, soesfúminse. Yi yuxtavuelan pájaros co huevos pintos, no con alas, sino con muchas cintas.
Otrur hai muchas columnas color, sin suelo, qe sostienen nube techo: es templo floti qe oran muchos. Cuando se teocoexaltan se hinchan, xus auras irradian vita, talue qe alz la nube techo i circunseparan las columnas, i todo se ferviagranda i sanluze.
Otrur hai obelisco ancho ho torre, bambolea por su base flotifloja. Su primer piso, libros piedra, encima libros barro, encima libros leña, encima libros rollo, la cima libr Casi como torre naipes, erizada de cintas papel i banderolas, perivuélada de letrienjamb moscue, yuxtarodeada de qizás mangente vaga estudi. En el poco suelo floti sueñan much yi mérgidos.
Floto voi allén lejos. Hónduer en niebla plurcambicolor veo ciudá. Sas biopalacia biochozas, de armazón i pienso. Se pertransforman, se agrandan o achican; ya son de pos i cimbras i cúpulas, ya de muros lisos en parches fosfi, ya pululan en biocúmulos, ya temt qean de andamios seudocristal. Se desplazan, suben, se hunden, se interpenetran, se sepa i reidem.
Casas hai qe arden, flamean upa, pero no se destruyen, se ñe construyen más. Xu fuego es vita, i a mayor incendio, más palacio senancha i crece. Casas hal qe contagian incendian a las vecinas qe ídem ídem, i así sextiendan los barrios. Xu yi gente también, coflamea i se coabulta: debe ser ella la causa fuegui, por pensiardor.
Casas hai qe fervihiervan hasta qe revientan como bomba ho geiser o humo; pero no se ñe destruyen, se circunreconstruyen; xas trozos fervicrecen en sucursales lejos qe alfin se crecijuntan, dismontón torre mahimás, sobre circumbaldio menoimenos.
Casas hai qe suicrecen en todo séntido, sesgue, horizue, yuso, upa, gordue; i zumban, chirrian, crujen, disparlan.
Casas hai que se atrofian i encojen hasta no verse más, cuando xa gente muertinace a mejor vida en mejor cielo.
Casas hai de ilusión sobre cerros humo: se cambipierden.
Entonces abarco el suelo desa ciudad, el qes una sunnube, qes varios titanes vagos flotiacuéstados.
Grandes mangas o tubos ñe circunsalgan a lo vacuo: serian cloacas o chúpores, no sé.
I so esa ciudá hai otra ciudá'l revés, hosca, oscura i lenta qe vive i crece yuso, i sa gente también. El nadir es hondo, hosco, oscuro, brúmoso: qizás el manmundo, algún gran yermo.
Reveo la otra ciudá upa. Columnatas como cienpiés viaján a distrancos. Son discípulos tiesos, llevan maestros cúpulas, de rópaje ancho techue. A tumbos sobre chusma cieli suifeliz, qierrevuelta en bruma i cuágulos i bocetos de pienso: gelatina menti. Van a lejos, a lo vacuo.
Veo hai algunas mui moles pagodas de solos libros, qe se incuerpan a xus tantos léctores --qe no leen, masbién vitichupan ciencia i sofia.
Sexpandan, ondulan vocerios de todas las linguas i de muchas otras pósibles. I xas enjambres letras, i marañas glifos, i disfonéticas i copluracentos, como muchos qierhumos, se apartan o juntan, se contramueven o aqietan, en orden o no, forman, reforman séntido i argu siempre neo.
Estrellas, sólcitos, lunas, lúnulas, luciérnagas, linternas, luces, lustres; doqier se vidienredan a la ciudá se constelan i disconstelan, se qeman, se apagan, cholucen, llueven, vuelan.
Es un perflujo i reflujo de brisa i flúido i ráfaga i sones i humos olor; la luz percambia, en lampos color, calor, claroscuros, en ánimo.
Yo ya veicánsado me aturdo i olvido, disveo.
Todo palidece, i se borra. Ya parece qentro a mayor cielo qes otra noche, qes luego más noche, qes más, teonoche honda sólida neara. ae mantemo i mistiamo; yo me yi exdisolver~'o.
Pero algo vago inmenso se interpone'ntre mi i lo teonoche; como gas plurcolor. Se define más, i es un mandivo indefinido, cielidiámetro. Su testa tras mí, sus pies ante mí, en el contrahorizonte, i sus manos sobre mí, ganchipuntitóqinse, son oranje; su rópaje, cambicolor indeciso en parches.
Sobre su testa florece aora flor luz blanca. Su cuore punzó irradia luz rósea, su pudenda granate's sólodeluz.
Sento como qentro al mandivo, qe me yi arrobo.
Pero ya la llámada desta Terra desde yu me oprime'l pecho cuerpi; i vuelvo a mí mui perDenue.


http://www.doktorfrank.com/archives/solar095sm.jpg 

Traducción

 Es un Hades fluido, casi vapor, sin cielo, sin suelo, de color bermejo, como el color que se ve con los ojos cerrados debajo del sol, agitado por una tempestad interior, en vértices y ondas y hervor. En sus grumos y espumas distintas multitudes de hombres flotan pasivamente y destellan de distintas maneras, hay también seres solos, más grandes, en forma de peces, y emiten luz continua y suavemente.
 A través de todo esto, apenas se pueden ver fantasmalmente las casas y la gente y el suelo de una sólida ciudad terrestre sin ninguna relación con este Hades que es ahora lo real.
 Toda esta densa región bermeja se amontona alrededor de un gran hueco o valle sin fondo, de aire azul grisáceo, donde floto en vientos oscuros, con una polvareda de gente, y otros hombres solos en forma de aves y globos. Aquí se flota más para arriba. Y abajo sigue fantasmalmente la ciudad sólida y su población.
 Paso luego a mejor vida de color plata grisácea. Allí van como quieran flotando vagamente muchos grupos, andan en procesiones o piensan reuinidos. Allí bogan nubes con kioscos grises –de nácar, metal y fieltro- con pensadores sentados alrededor de ellos.
 Paulatinamente me hallo en un cielo celeste claro. Su sensación es de una tarde de verano con niebla.
 Las plantas se mueven orgánicamente en un zigzag y canturrean. Su color cambia a voluntad de granate a róseo. Están sobre una loma flotante del mismo aire pero más denso que se esfumina para abajo. Allí al lado vuelan pájaros como huevos pintados, no con alas sino con muchas cintas.
 En otra parte hay muchas columnas de colores, sin suelo, que sostienen un techo de nubes: es un templo flotante en que rezan muchos. Cuando el dios está con ellos, se exaltan y se hincha, y sus auras irradian vida, de tal manera que alzan el techo de nubes y separan las columnas alrededor de ellos, y todo fervorosamente se agranda y emite luz santa.
 En otra parte hay un ancho obelisco o torre, se bambolea por su base flotante y floja. Su primer piso es de libros de piedras, encima hay libros de barro, encima libros de madera, encima libros de rollos y en la cima libros comunes. Es casi como una torre de naipes, enrizadas de cintas de papel y banderolas, con enjambres de letras volando alrededor como moscas, rodeada de seres al lado que son quizás gente humana que vaga estudiosamente. En el poco suelo flotante que hay, muchos sueñan allí sumergidos.
  Voy flotando allá lejos. En el fondo, veo una ciudad en una niebla de muchos colores cambiantes. Sus palacios orgánicos y chozas biológicas son de armazón y pensamiento. Se transforman continuamente, se agrandan o se achican; ya son de postes y cimbras y cúpulas, ya de muros lisos de parches fosforescentes, ya pululan en cúmulos orgánicos, ya temblequean como andamios hechos en cúmulos orgánicos, ya temblequean como andamios hechos de un material como vidrio. Se mudan, suben, se hunden, se interpenetran, se separan, y repiten lo mismo.
 Hay casas que arden y flamean para arriba, pero no se destruyen, se construyen más Su fuego es vida, y cuanto mayor es el incendio cuanto más se ensancha y crece el palacio. Hay casas que contagian y encienden a sus vecinas que hacen lo mismo repetidamente, y así se extienden los barrios. La gente allí también, flamea junto con ellas y se abulta a la vez: debe ser ella la causa flamígera, por el ardor de su pensamiento.
 Hay casas que hierven fervorosamente hasta que revientan como una bomba o un géiser o humo; pero no se destruyen, se reconstruyen alrededor; sus trozos crecen fervorosamente en sucursales alejadas que al final se juntan por su crecimiento, en un montón distinto que se convierte más y más en una torre sobre el baldío circundante que es cada vez menos.
 Hay casas que crecen a su manera para dondequiera, oblicuamente, horizontalmente, para abajo, para arriba, en grosor; y zumban, chirrían, crujen, hablan de distintas maneras.
 Hay casas que se atrofian y se encogen hasta no verse más, cuando su gente nace por la muerte a mejor vida en mejor cielo.
 Hay casas de ilusión sobre cerros de humo: se pierden en cambios.
  Entonces abarco el suelo de esta ciudad, el cual es una nube superior que es varios titanes vagos acostados de manera flotante.
 Grandes mangueras o  tubos salen de ellos hacia el vacío: serían cloacas o chupadores, no sé.
 | Y debajo de esa ciudad hay otra ciudad al revés, hosca, oscura y lenta que vive y crece para abajo, y su gente también. El nadir es hondo, hosco, oscuro, brumoso: quizás es el mundo humano, algún gran yermo.
 Veo otra vez la otra ciudad hacia arriba. Columnatas como ciempiés viajan a trancos separados. Son discípulos tiesos, llevan cúpulas que son maestros, de ancho ropaje a manera de techo. Van a tumbos sobre la chusma celeste, feliz a su modo, revuelta como quiera en bruma y coágulos y bocetos de pensamientos: una gelatina mental. Van a lo lejos, hacia el vacío.
 Veo que hay algunas pagodas muy macizas sólo de libros que se incorporan a sus tantos lectores –que no leen sino más bien se chupan de manera vital el conocimiento  la sabiduría.
 Vocerías de todas las lenguas y de muchas otras posibles se expanden y ondulan. Y sus enjambres de letras y marañas de grifos y fonéticas distintas y múltiples acentos y juntos, como muchos humos de deseo, se apartan o se juntan, se contrapuntean o se aquietan, en orden o no forman  y reforman sentido y argumento siempre nuevo.
 Estrellas, soles pequeños, lunas, lúnulas, luciérnagas, linternas, luces, lustres; dondequiera que se enreden en la vista de la ciudad, forman y deshacen constelaciones, se queman, se apagan, lucen de golpe, llueven, vuelan.
 Hay un continuo flujo y reflujo de brisa y fluido y ráfagas y sonido y humos que se pueden oler; la luz cambia continuamente en relámpagos de colores, en claroscuro, en ánimo.
 Yo ya cansado de mirar me aturdo y olvido, me falla la vista.
 Todo palidece y se borra. Ya parece que entro a un cielo mayor que es otra noche, que luego es más noche, que es algo más, noche divina honda, sólida, negra, que temo por ser humano y que amo místicamente; y allí me disolvería en lo exterior.
 Pero algo vago e inmenso se interpone entre yo y la noche divina; como un gas de muchos colores. Se define más hasta que es un ser humano divino, indefinido, tan grande como el diámetro del cielo. Su cabeza está detrás de mí, sus pies delante de mí, en el horizonte opuesto, y sus manos sobre mí, con las puntas de los dedos tocándose como ganchos, son anaranjadas; su ropaje revela un indeciso cambio de color en parches.
 Sobre su cabeza florece ahora una flor de luz blanca. Su corazón punzó irradia luz rósea, su sexo granate es sólo de luz.
 Me siento como si entrara al dios humano, como si allí me extasiara.
 Pero ya la llamada de esta Tierra desde abajo me oprime el pecho del cuerpo físico, y vuelvo a mí, muy afligido por mucho tiempo.

GLOSA:

 xu= su de ellos. (shu)
sur= sobre, super.
g’ral= en general.
man=humano.
chi=chico.
circ=alrededor.
bau=edificio, construcción.
dootri=en otra parte.
Bria=mundo de almas.
per=que dura, continuo.
fon=fónico, que suena.
kin=kinético, que ese mueve.
pir=de fuego, de ardor.
pun=de punición.
c’len=caliente, de calor, térmico.
sui=especial, a su modo.
tro=trop, demasiado.
epi  o ‘pi=encima.
tun (de tum latin)=temporario, provisorio.
je (de ge, antiguo español)=se impersonal, (francés, on).
‘ indica supresión.
in ‘ final=-ando, -endo.
Todos los participios pasivos terminan en –ido o –io. Ejemplos: amio, pasio, mirio.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Romance Elegíaco por Luis de Miranda

Romance Elegíaco
por Luis de Miranda de Villafaña

Escritor español que nació en Plasencia, aproximadamente en 1500, y falleció hacia 1575. Llegó a Sudamérica con Pedro de Mendoza y se vio envuelto en la política de Paraguay en el bando de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Tras el encarcelamiento de éste, Fray Luis conspiró para conseguir su liberación, y por ello fue sentenciado a ocho meses de prisión. 
    Romance elegíaco trata de la conquista del Río de la Plata y es uno de los primeros poemas que habla del Paraguay. Su primera obra teatral la escribió en Asunción; se trata de un drama en siete actos titulado Comedia pródiga, en ella combina elementos sacados de la Celestina, con la historia bíblica del hijo pródigo.
    Más tarde Mujica Láinez va a escribir "El hambre", cuento integrado en Misteriosa Buenos Aires, donde establece una relación intratextual con el Romance.

Año de mil y quinientos
que de veinte se decía,
cuando fue la gran porfía
de Castilla,
sin quedar ciudad ni villa,
que a todas inficionó,
por los malos, digo yo,
comuneros,
 que los buenos caballeros
quedaron tan señalados
afirmados y acendrados
como el oro.
Semejante al mal que lloro
cual fue la comunidad
tuvimos otra en verdad
subsecuente:
en las partes del poniente,
en el Río de la plata.
Conquista la más ingrata,
a su señor
desleal y sin temor,
enemiga del marido,
que manceba siempre ha sido
que no alabo,
cual los principios al cabo
aquesto ha tenido cierto
que seis maridos ha muerto
la señora.
Y comenzó la traidora
tan a ciegas y siniestro,
que luego mata al maestro
que tenía,
Juan Osorio se decía
el valiente capitán
Juan de Ayolas y Luján
y Medrano.
Salazar por cuya mano
tanto mal nos sucedió;
Dios haya quien lo mandó
tan sin tiento
tan sin ley ni fundamento,
con tan sobrado temor,
con tanta envidia y rencor
y cobardía.
En punto desde aquel día,
todo fue de mal en mal,
la gente y el general
y capitanes.
Trabajos, hambres y afanes
nunca nos faltó en la tierra
y así nos hizo la guerra
la cruel.
Frontera de San Gabriel
a do se hizo el asiento,
allí fue el enterramiento
de la armada;
cosa jamás no pensada,
que cuando no nos catamos
de dos mil aun no quedamos
en doscientos.
Por los malos tratamientos
muchos buenos acabaron
y otros los indios mataron
en un punto.
 Y lo que más que esto junto
nos causó ruina tamaña,
fue la hambre más extraña
que se vio.
La ración que allí se dio
de harina y bizcocho,
fueron seis onzas u ocho,
mal pesadas.
Las viandas más usadas
eran cardos que buscaban
y aun estos no los hallaban
todas veces.
El estiércol y las heces
que algunos no digerían,
muchos tristes los comían,
que era espanto.
Allegó la cosa a tanto
que como en Jerusalén,
la carne del hombre también
la comieron.
Las cosas que alli se vieron,
no se han visto en escritura.
¡Comer la propia asadura
de su hermano! ¡Oh, juicio soberano
que notó nuestra avaricia
y vio la recta justicia
que allí obraste!
A todos nos derribaste
la soberbia por tal modo
que era nuestra casa y lodo
todo uno.
Pocos fueron o ninguno
que no se viese citado,
sentenciado y emplazado
de la muerte.
Más tullido el que más fuerte,
el más sabio más perdido,
el más valiente caído
y hambriento.
Almas puestas en tormento
en vernos, cierto, a todos.
De mil maneras y modos
ya penando.
Unos contillo llorando
por las calles derribados,
otro lamentando echados
tras los fuegos,
del humo y ceniza ciegos,
y flacos, descoloridos,
otros de desfallecidos
tartamudos.
Otros del todo ya mudos
que huelgo echar no podían;
así los tristes morían
rabiando.
Los que quedaban, gritando,
decían: Nuestro General
ha causado aqueste mal,
que no ha sabido
gobernarse, y ha venido
aquesta necesidad.
Causa fue su enfermedad,
que, si tuviera
más fuerzas y más pudiera
no nos viéramos a punto
de vernos así tan juntos
a la muerte.
¡Múdenos tan triste suerte,
dando Dios un buen marido,
sabio, fuerte y atrevido
a la viuda!

El amor grabado en una copa por Oenomao

 El amor grabado en una copa 
por Oenomao

¡Cincelado el Amor en una copa!
¿Para qué tal adorno aquí se ha puesto?
¿No inflama acaso al corazón el vino?
¿No es esto al fuego acumular más fuego?

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Siempre y nunca contra a veces de Subcomandante Marcos


Siempre y nunca contra a veces
Subcomandante Marcos

Este texto forma parte del libro “Los otros cuentos” Relatos del Subcomandante Marcos, Editado en el año 2008 por Red solidaria con Chiapas Buenos Aires, como un hermoso libro –Cd donde distintas personalidades del arte y la cultura leen diversos cuentos del Sub.
Así leen Nora Cortiñas, Madres de Plaza de mayo, Manuel Callau, Actor, León Gieco, Músico, Julieta Diaz, Actriz, Daniel Viglietti, Músico, Liliana Daunes, Comunicadora, Eduardo Galeano, Escritor, Daniel Fanego, Actor, Gastón Pauls , Actor, Eduardo Nachman de HIJOS, Juan Palomino, Actor y Alba Lanzolloto de Abuelas de Plaza de mayo. Se imprimió en Artes Gráficas Chilavert, empresa recuperada y autogestionada por sus trabajadores.

Había una vez dos veces. Una se llamaba una vez y la otra se llamaba otra vez.
Una y otra vez formaban la familia A veces, que vivía y comía de vez en vez.
Los grandes imperios dominantes eran siempre y nunca que, como es evidente, odiaban a muerte a la familia A veces.
Ni siempre ni nunca toleraban que los A veces existieran.
Siempre no podía permitir que una vez viviera en su reino porque entonces siempre dejaba de serlo porque si ya hay una vez entonces ya no hay siempre.
Nunca tampoco podía permitir que otra vez apareciera otra vez en su reino porque nunca no puede vivir con una vez ni menos si esa vez es otra vez.
Pero una vez y otra vez se la pasaban molestando una y otra vez a siempre y a nunca. Y así fue hasta que siempre las dejó en paz para siempre y nunca nunca las volvió a molestar.
Y una vez y otra vez se la pasaron jugando una y otra vez.
“¿Qué me ves?" preguntaba una vez, y otra vez contestaba: “¿Pues qué no ves?"
Y así se la pasan felices de vez en vez, ya ves. Y siempre fueron una y otra vez y nunca dejaron de ser A veces. Tan, tan.

Moraleja 1: A veces es muy difícil distinguir entre una vez y otra vez.
Moraleja 2: Nunca hay que decir siempre (bueno, a veces sí).
Moraleja 3: Los “siempres” y los “nuncas” los imponen los de arriba, pero abajo aparecen “los molestos” una y otra vez que, a veces, es otra forma de decir “los diferentes” o de vez en vez, “los rebeldes”.
Moraleja 4: Nunca vuelvo a escribir un cuento como éste, y yo siempre cumplo lo que digo (bueno, a veces no).


 

La rebelión de las Estrellas de Lia Ester Rossi


La rebelión de las estrellas
 Lia Ester Rossi

Sucedió algo impredecible… En verdad aterrador para el mundo, que se desmoronó como un castillo de naipes derribado por un vendaval. Sólo se salvaron los niños poseedores de la inocencia y la ternura; en verdad los únicos que merecieron salvarse.
 La hecatombe fue más terrible que el Big Bang de hace quince mil millones de  años, que diera  origen al Universo poblado desde ese momento, de galaxias, estrellas, cometas y nebulosas que lo engalanaron con su belleza.
 Milenios más tarde los hombres con sus ciudades poblaron la Tierra mezclando sus diferentes culturas con la Madre Naturaleza avasallándola más de una vez con sus inventos.
 Les preocupaba desde siempre el milagro de lo creado y lo explicaron de maneras distintas, a veces contradictorias, contemplando, analizando, estudiando la bóveda celeste que los envolvía. Algunas civilizaciones creyeron que Zeus enamorado no siempre de las mismas diosas tachonando el cielo con las innumerables constelaciones, sus hijas, producto del amor o de la venganza. Allí estaban Calisto, Arcade, Hermes, Cástor, Pólux o las Nereidas, aunque los humanos con su mala costumbre de vulgarizarlo todo las apodaron Osas, Canes, Aguador, Jirafa, Cazador. Otros hombres de otras razas y épocas distantes habían atribuido la creación a un Dios único, omnipotente y eterno que siguiendo un orden perfecto fue capaz de hacer el Universo en siete días tomándose un descanso. Con el correr del tiempo las opiniones se dividieron dando lugar a religiones, filosofías y creencias que los enfrentaron.
 Lo cierto es que la humanidad crecía; la técnica y la investigación se perfeccionaron a tal punto que algunos mortales comenzaron a pensar si ellos podrían ser como el viejo y poderoso Zeus o mejor aún como el Dios imperecedero del cual se había hablado tanto. No todo había sido evolución y progreso entre los terráqueos, también habían sufrido castigos y calamidades, el diluvio, los incendios, las guerras, los terremotos, las enfermedades, la muerte.
 Muchas civilizaciones sucumbieron y otras nuevas sobrevivieron; algunas soportaron humillaciones indecibles, como los Minoicos tan progresistas, como los Fenicios sufriendo la captura de su Minotauro.
 También los Atlantes desaparecieron de la faz de la Tierra; las culturas se sucedían dando origen a la historia pero había ciertas constantes que minaban el corazón de los hombres: la ambición, el poder, el odio, el desenfreno y algo que llamaban gloria, aunque su logro les impidiera ver el sufrimiento de otros hombres padeciendo hambre o injusticias que los sumergía en la incredulidad y la desesperanza. El amor que da sentido a la vida, la amistad que infunde consuelo a las almas, la caridad que enaltece a los hombres y la fe “que mueve montañas” estaban desapareciendo de la Tierra.
  No recordaban lo que habían padecido sus ancestros: las plaga, el fuego, las inundaciones y aquella Crucifixión; eran solo anécdotas, no les importaban ciertas advertencias de los Dioses cualquiera  que ellos fueran: el placer, la degradación y la concupiscencia se iban apoderando de sus vidas pese a los avances del progreso.
 Afortunadamente los niños en su totalidad quedaron marginados: la inocencia, la ternura y la pureza que se refugiaron en sus espíritus los salvaron de la hecatombe.
 Algunos hombres pretendieron envilecerlos utilizando recursos casi incontrolables, por ellos inventados, como la televisión, las computadoras, los robots, y hasta la hipnosis colectiva que adormece la mente, endurece los corazones y estimula los bajos instintos con el deseo inconfesable de convertirlos en rebaños, inclinados hacia el mal como si Satanás hubiera regresado de las tinieblas.
  Fue entonces que los terráqueos comenzaron a pensar sádicamente en avasallar también el firmamento, y así lo hicieron. La bóveda celeste comenzó a temblar dentro de su natural mutabilidad: el Centauro, la Cruz del Sur, la Carena, la Magnífica Polar, las Pléyades, todas tenían un extraño presentimiento: pronto serían violadas mediante lo que los hombres llamaban el avance científico altamente pregonados por su propia estupidez.
  La pobre Luna tenía una cantidad de banderillas clavadas en su estructura: parecía un enorme queso con carteles de venta… Estaba triste y avergonzada por las humillaciones sufridas; Marte había enrojecido aún más de vergüenza, Saturno temblaba pensando si podía conservar sus hermosos anillos; la traviesa Venus estaba cada día más triste: lo mismo sucedía con todos los astros y planetas; ni siquiera el imponente Plutón podía recorrer su órbita tranquilo. ¡Y qué decir del malestar de las estrellas! Los cálculos científicos, cuyas distancias medían en años luz, las hacían vulnerables. ¡Cuántas humillaciones sufrieron! Los hombres las analizaban, las desnudaban impúdicamente con aparatos colosales para robarles tanto esplendor y belleza conservados durante miles de millones de años. Hasta el viejo Halley otrora imponente y arremetedor había sido cruelmente violado con sondas y cohetes que transformaron su espléndida cabellera en un penacho ridículo de lucecitas desparramadas en el cielo.
 Había que terminar con las violaciones y también acabar en una forma u otra con los habitantes de la Tierra; mejor aún con ella. Y comenzó la más universal de las rebeliones: la Gran Rebelión Sideral, para restaurar la armonía en el cosmos que la humanidad estaba destruyendo. Las estrellas hermanadas en el gran proyecto, espléndidas e imponentes comenzaron a comunicarse con destellos telepáticos que solo ellas conocían.
 Como en toda rebelión hubo un cobarde: el Ikeya-Seki, que amó a la Tierra cuando se acercó bastante rozándola en el horizonte, no quiso participar para destruirla y escapó hacia el otro lado del infinito.
  Nunca se supo quién dio la orden, ni si la hubo: fue casi una inspiración simultánea del Universo contra la pervertida Tierra, que voló en millones de pedazos incandecentes, cuya explosión se originó por los rayos enviados por las ofendidas estrellas en rebelión.
  Antes del desastre, la humanidad adormecida por los vicios, distraída en guerras sin sentidos, y absorta en su prodigiosa tecnología no se percató que la totalidad de sus niños mientras dormían fue transportada al Planeta de los Ideales en un camino de luz y atravesó órbitas, eclipses e inconmensurables distancias poniéndolos a salvo de la perversión. Por siempre siguieron siendo niños conservando su pureza, su ternura, y su inocencia; la alegría y el amor fueron una constante en sus vidas que duraron tanto como las estrellas que se rebelaron y los salvaron. Fueron felices para siempre amados y cuidados por los Ángeles del Dios Creador, las divinidades del Olimpo Pagano y los Espíritus sublimes de todas las religiones. De su memoria se borraron las malas experiencias vividas en una Tierra decadente cuyos moradores olvidaron su pequeñez ante la sublimidad de una noche estrellada o la espléndida aparición de un cometa.